lunes, 3 de febrero de 2014

Para Siempre-Capitulo 14

Capitulo 14


La predicción de Robert sobre el éxito de Miley se hizo realidad. Al día siguiente al baile, doce caballeros y siete jóvenes damas acudieron para invitar a lady Miley, presionándola para que aceptara y suplicándole que les dejara ver a Lobo más de cerca. Northrup estaba en la gloria, acompañando a las visitas a un salón o a otro y dando instrucciones a los criados de que llevaran bandejas de té a los diversos salones.
Cuando se sirvió la cena a las nueve en punto, Miley estaba demasiado exhausta para pensar en acudir a ningún baile nocturno o a ninguna de las soirées a los que le habían invitado sus visitas. La noche anterior se había acostado al alba y apenas podía mantener los ojos abiertos mientras comía despreocupadamente el postre. Por otro lado, Nicholas parecía tan fresco y vital como de costumbre, a pesar de haber trabajado en su estudio toda la tarde.
—Miley, tuviste un éxito extraordinario anoche —comentó cambiando su atención de Charles a ella—. Es obvio que Crowley y Wiltshire ya están perdidamente enamorados de ti. También lord Makepeace, y se le considera el mejor partido de la temporada.
Sus ojos somnolientos fueron asaltados por la risa.
—¡Esa expresión en particular me trae a la mente un halibut!
Al cabo de un momento se excusó para irse dormir. Nicholas le deseó las buenas noches, con una sonrisa persistente en los labios ante su ocurrencia. Podía iluminar una habitación con su sonrisa, aunque estuviera adormilada. Bajo su inocente sofisticación, había dulzura e inteligencia también. Nicholas apuró su brandy, recordando el modo en que había cautivado a la buena sociedad la noche anterior con su belleza y su risa. Se había ganado a Northrup por completo interpretando a Mozart especialmente para él. Cuando acabó, el anciano mayordomo tenía lágrimas en los ojos. Luego había mandando llamar a O’Malley y había interpretado una animada giga irlandesa para él. Al final, una docena de criados se había reunido fuera del estudio, merodeando para escuchar a escondidas su improvisado concierto. En lugar de ordenarles que se dispersaran y se ocuparan de sus obligaciones —como Nicholas había estado a punto de hacer—, Miley se volvió hacia ellos y les preguntó si tenían alguna pieza favorita que desearan que interpretara. Sabía todos sus nombres, les preguntó sobre su salud y sus familias. Y aunque era obvio que estaba cansada, siguió tocando el piano durante más de una hora.
Nicholas se dio cuenta de que todos le tenían mucho cariño. Los criados sonreían y hacían lo imposible para complacerla. Las doncellas se apresuraban a hacer su menor encargo. Y Miley les daba gentilmente las gracias por cada servicio que le prestaban. Tenía mano para la gente; podía ganarse a barones y mayordomos con la misma facilidad, tal vez porque los trataba a ambos con el mismo interés sincero y sonriente.
Nicholas daba vueltas, distraído, a la copa de brandy. Sin ella, el estudio de repente pareció sombrío y vacío. Sin percatarse de que Charles lo estaba mirando con un centelleo de satisfacción en los ojos, Nicholas siguió sentado, frunciendo el ceño ante la silla que Miley había dejado vacía.
—Es una mujer extraordinaria, ¿verdad? —le incitó Charles finalmente.
—Sí.
—Deslumbrantemente hermosa e inteligente por si fuera poco. ¡Te has reído más desde que Miley vino a Inglaterra que lo que te he visto reírte en un año! No lo niegues, la muchacha es única.
—No lo niego —respondió Nicholas, recordando su intrigante habilidad para parecer una condesa, una lechera, una niña abandonada o una mujer sofisticada, según su humor y el entorno.
—Es encantadora e inocente, pero también tiene mucho carácter y ardor. El hombre adecuado podría convertir a Miley en una mujer apasionada y amante, una mujer que caliente su cama y su vida. —Charles hizo una pausa, pero Nicholas no dijo nada—. Su Andrew no tiene intención de casarse con ella —continuó intencionadamente—. No me cabe duda de ello. Si la tuviera, ya se habría puesto en contacto con ella.
Volvió a hacer otra pausa, pero Nicholas no dijo nada.
—Me da más pena ese Andrew que Miley—añadió Charles con astuta determinación—. Me da pena cualquier hombre lo bastante idi/ota para ignorar la única mujer en un millar que podría hacerle realmente feliz. Nicholas —solicitó Charles—. ¿Me estás prestando atención?
Nicholas le dirigió una mirada impaciente y desconcertada.
—He oído todo lo que has dicho. ¿Qué tiene todo esto que ver conmigo?
—¿Qué tiene todo...? —repitió Charles frustrado. Se contuvo y prosiguió con más cautela—. Tiene todo que ver contigo y conmigo también. Miley es una mujer joven y soltera. Incluso con la señorita Flossie aquí como carabina. Miley no puede seguir viviendo indefinidamente en una casa con un soltero, y otro soltero que se pasa todo el día aquí. Si seguimos así más de unas pocas semanas, la gente supondrá que el compromiso es un embuste y que en realidad es otra de tus conquistas. Cuando eso suceda, la ignorarán. Y tú no quieres causarle esa humillación, ¿verdad?
—Claro que no —respondió Nicholas ausente, mirando el brandy de su copa.
—Entonces solo hay una solución, tiene que casarse y rápido —esperó, pero Nicholas permanecía en silencio—. ¿No crees, Nicholas? —le instó.
—Supongo que sí.
—Entonces, ¿con quién tiene que casarse, Nicholas? —preguntó Charles triunfante—. ¿Quién puede convertirla en una mujer amante y apasionada? ¿Quién necesita una esposa que le caliente la cama y le dé un heredero?
Nicholas se encogió de hombros, irritado.
—¿Cómo demonios voy a saberlo? No soy el casamentero de la familia, ese eres tú.
Charles le clavó la mirada.
—¿Quieres decir que no se te ocurre quién es el hombre con quien debe casarse?
Nicholas se acercó la copa de brandy a los labios y rápidamente la vació, luego dejó la copa en la mesa con un topetazo decidido y bruscamente se levantó.
—Miley sabe cantar, tocar el piano, hacer reverencias y coser —resumió con decisión—. Encuentra un hombre con buen oído para la música, buen ojo para la belleza y que le gusten los perros. Pero asegúrate de que tiene un carácter apacible, porque de otro modo la sacará de quicio. Tan simple como eso.
Como Charles se quedó mirándolo con la boca abierta, Nicholas dijo con impaciencia:
—Tengo seis casas que dirigir, una flota de barcos de la que seguir el rastro y cientos de detalles en los que concentrarme. Yo me ocuparé de esas cosas, tú te ocuparás de encontrar un marido para Miley. Cooperaré acompañándola a algunos bailes y veladas durante una semana o dos. Ya ha causado sensación. Solo con su presencia en algunas funciones más de la ciudad, tendrá tantos pretendientes que no sabrás qué hacer con ellos. Examínales cuando vengan a buscarla y haz una lista de los candidatos más apropiados. Yo supervisaré la lista y elegiré uno.
Charles abatió los hombros en cansada derrota.
—Como quieras.


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