Capítulo 5
Nicholas miró a su padre en tensión mientras intentaba encontrar un sentido a lo que
Faruq acababa de decirle.
Era imposible que Miley hubiera hecho algo así, y menos después de la noche
que habían pasado juntos.
–No te lo esperabas –dijo Faruq, acusador.
Desde luego que no. Pero saber que había sido traicionado lo había dejado sin
palabras, así que se limitó a negar con la cabeza.
–La huida, estas cartas... –Faruq no sonaba como un padre, sino como un rey
decepcionado–. Todo indica un plan detalladamente trazado.
–Es una de sus habilidades –dijo Nicholas, ocultando tras el sarcasmo su creciente
enfado.
Su mirada se trasladó del rostro grave de su padre al de los otros dos hombres
que los acompañaban en el despacho. El rey Malik fruncía el ceño con una mezcla de ira
y confusión. Kemal parecía resignado, aunque abiertamente disgustado.
Su resignación preocupó más a Nicholas de lo que habría admitido.
–¿Sabías lo que iba a pasar? –le preguntó.
–No –se limitó a contestar Kemal.
Pero Malik apuntó por él.
–Miley lo llamó de camino al aeropuerto.
–¿Y no hemos podido detener el vuelo? –preguntó Nicholas.
–Calculó el tiempo muy bien y se marchó en el avión de uno de los invitados a la
boda.
Nicholas dejó escapar una maldición.
–Ha sido más lista que todos nosotros –dijo Malik en tono de admiración.
Sin mediar palabra, Nicholas tendió la mano hacia la carta que su padre tenía en la
mano. Faruq se la dio.
–Ha incluido también una copia de la nota de prensa, en la que niega los rumores
de una futura boda contigo.
–No puede ser verdad –exclamó Nicholas, indignado.
Una cosa era ser meticulosa y otra, que fuera tan testaruda.
Faruq asintió.
–Según la carta, verá la luz en unas horas.
Nicholas leyó la nota con incredulidad.
–Es mentira que no quiera vivir en Zohra. Adora el país.
Los dos reyes asintieron.
–Siempre he pensado que ése era el caso –dijo Malik.
–Ha elegido la excusa que le acarrearía el rechazo de la gente de Zohra y Jawhar
al tiempo que aumentaría el apreció a Nicholas –era la primera vez que Kemal aportaba algo
más que un monosílabo–. Ha sido como un suicidio.
Nicholas recordó como Miley había dicho que no consentiría que los forzaran a
casarse, y que estaba dispuesta a asumir la culpa ante su familia y la prensa.
Él había querido creer que sólo eran amenazas y con ello se había equivocado
radicalmente al juzgar los motivos por los que le pedía celebrar su noche de bodas.
Incómodo con una imagen de sí mismo que lo mostraba lo bastante frágil como
necesitar ser protegido, Nicholas pasó del enfado a la ira. Él no era así, y que Miley no se
diera cuenta lo enfurecía, pero, tal y como acostumbraba, mantuvo un control férreo sobre
sus emociones.
–Bastaba con que rompiera el compromiso para que el pueblo se pusiera de mi
lado –dijo Nicholas con frío sarcasmo.
Kemal sacudió la cabeza.
–No si contaba la verdadera razón que la llevaba a actuar así. Supongo que te lo
dijo en persona.
Nicholas sacudió la carta con tanta fuerza que el papel se arrugó.
–¿Crees que me habló de esto?
–Conozco a mi hija y sé que no buscaría una salida fácil.
–¿Y por eso ha cancelado el compromiso con una carta? –dijo Nicholas con sorna.
¿Cómo no había pensado Miley que tenía que hablarlo con él? ¿Había creído
que sus palabras en el estudio bastaban como despedida?
Si era así, demostraba lo poco que conocía al hombre con el que acabaría
casándose.
Kemal lo miró con escepticismo.
–Por lo que me dijo, estoy seguro de que habló directamente contigo.
–¿Lo hizo o no? –preguntó Faruq a su hijo.
Nicholas asintió con un gesto seco de la cabeza. Era evidente que al margen de lo
que creyera, Miley y él habían interpretado la conversación de manera distinta. Intentó
ignorar un agudo dolor en el pecho.
–¿Y no creíste oportuno contárnoslo a mí o a su tío? –preguntó su padre,
olvidando la impasibilidad de la que siempre hacía gala y que exigía de su hijo.
–Su tío adoptivo –precisó Kemal–. Y el compromiso, que supuestamente dura diez
años, nunca se ha formalizado.
–Todos sabemos por qué –dijo Nicholas, mirándolo fijamente.
–Excusas –dijo Kemal sin ocultar su disgusto–. Podrías haber anunciado el
compromiso en cualquier momento, pero elegiste no hacerlo y mi hija se ha cansado de
esperar.
–¿Y actuando así pretende obligar a Nicholas a hacerlo? –preguntó Faruq en un tono
helador.
El padre de Nicholas estaba acostumbrado a ser quien dirigía una negociación, no a
sentirse manipulado.
La mirada de Kemal se endureció aún más que cuando había acusado a Nicholas de
negligencia.
–Al contrario –dijo con la misma frialdad que Faruq–. Mi hija está asegurándose de
que nada pueda forzarla a cumplir una promesa que está segura que no le causará más
que infelicidad.
–Eso es absurdo, hermano mío –dijo Malik, estresando el apelativo familiar al
tiempo que posaba una mano conciliadora en el hombro de Kemal–. Miley siempre ha
estado enamorada de Nicholas. Su rostro cuando está con él se puede leer como un libro
abierto.
Nicholas hizo una mueca de rechazo.
–Una mujer enamorada no rompe su compro... –al ver que Kemal clavaba los ojos
en él, Nicholas se corrigió–: una promesa de facto de un futuro matrimonio.
–A no ser que tema que su amor nunca sea correspondido.
Nicholas se negó a entrar en ese terreno.
–No es una ingenua adolescente que espere flores y poemas de un matrimonio
como el nuestro.
–Creo que no lo entiendes –dijo Kemal–: No va a haber ninguna boda.
–¿Acaso te alegras? –preguntó Nicholas en tono acusatorio, planteándose
sorprendido esa posibilidad. No se consideraba una mala opción como yerno.
–En absoluto. Pero conozco a mi hija lo bastante bien como para saber que una
vez toma un decisión, es imposible hacerle cambiar de idea.
Nicholas no pudo negarlo. Kemal y Lou-Belia habían querido que Miley terminara el
bachillerato en París en lugar de que fuera a una universidad en Estados Unidos. Había
hecho la carrera en Cornell. Ninguno de los dos habían aprobado que se quisiera
independizar, pero Miley se había ido de casa desde el primer año de universidad.
Nicholas nunca había reflexionado sobre lo que no consideraba más que pequeñas
muestras de rebeldía, con las que, por otra parte, había estado de acuerdo porque no
quería casarse con ella sin que antes hubiera tenido la oportunidad de hacer una vida lo
más normal posible.
De pronto se daba cuenta de que, de haber dedicado más tiempo a conocerla,
habría adivinado las consecuencias que sus decisiones podían acarrear.
–Podríamos sacar una nota de prensa diciendo que se trata de un engaño
perpetrado por sus enemigos –sugirió el rey Malik.
Kemal sacudió la cabeza. –Amenazó con conceder una entrevista si hacíamos
algo así.
Así que Kemal había intentado disuadir a su hija. Y Nicholas sólo podía pensar que tal
persuasión habría debido ser innecesaria después de la noche previa. Aquellas horas
fuera del tiempo y del espacio alimentaban su enfado y le provocaban una presión
desconocida en el pecho.
–Así que no tenemos opción –dijo Faruq mirando a su hijo, preocupado. Nicholas no
estaba dispuesto a ser motivo de inquietud o lástima. –Siempre quedan opciones.
Publicaremos nuestra propia declaración.
–¿Y qué diremos? –dijo el rey Malik con el brillo en los ojos de un hombre
acostumbrado a lograr lo que se proponía.
–Que reconozco que he cometido un error al tardar tanto tiempo en formalizar el
compromiso. Que cortejaré a mi prometida y que el pueblo puede esperar el anuncio de
boda para final de año.
Si lo que su novia fugitiva quería eran flores, las tendría. La carcajada que soltó su
padre estaba tan teñida de incredulidad como la que habían causado las acciones de
Miley. El rey Malik y Kemal se limitaron a mirar a Nicholas como si hubiera perdido el juicio.
–¿Dudáis de mis habilidades para conquistar a una mujer después de haberme
visto negociar con los líderes mundiales? –preguntó con arrogancia.
Kemal carraspeó.
–Una mujer no es una potencia mundial.
–No, pero algún día tu hija estará casada con una –Nicholas se despidió de ambos
reyes con una reverencia e inclinó la cabeza ante Kemal–. Ahora, si me disculpáis, tengo
que planear una campaña.
Frunciendo el ceño, su padre dijo:
–Si es así como crees que debes actuar, haré publicar una nota de prensa con tus
disculpas.
–¿Se te ocurre algo mejor?
–Podrías dejarla marchar.
–No. He fallado a Miley al haber tardado tanto en anunciar nuestro compromiso.
No pienso caer en el mismo error por no actuar.
Por otro lado, ya habían celebrado su noche de bodas, así que, de una manera u
otra, también celebrarían su boda.
–Buena suerte –dijo Kemal.
El rey Malik asintió.
–Mi familia y mi personal están a tu disposición. Pediré a mi esposa que prepare
un informe que te ayude en tu causa –Malik se volvió hacia Kemal–. Pedirá consejo a
Lou-Belia sobre su hija.
Kemal aprobó la sugerencia.
–Muy bien. Su madre la conoce mejor que nadie.
–Gracias –dijo Nicholas, aunque no pensaba que fuera a requerir ninguna ayuda para
convencer a Miley de que se casara con él. Aun así, estaba dispuesto a aceptar
cualquier ayuda que se le prestara.
Sólo comprendió las verdaderas motivaciones de su futura esposa varias horas
más tarde cuando, al volver a sus aposentos descubrió el abultado sobre dirigido a él. La
carta fue muy reveladora, y al ver las fotografías, Nicholas se dio cuenta de que era muy
afortunado de la forma que Miley había elegido para romper el acuerdo. Darse cuenta
de ello no contribuyó a mejorar su estado de ánimo.
La furia que había sentido al conocer su huida no tuvo comparación con la ira que
lo invadió al saber que había sido sometida a chantaje.
Mirándolas, tuvo la certeza de saber quién las había tomado y había pretendido
beneficiarse económicamente con ellas. Sólo podía ser una persona. Pero Nicholas nunca
hubiera creído a Elsa capaz de asumir tal riesgo pues tenía mucho más que perder que
qué ganar.
Cualquiera que fuera el culpable, Miley debía haberle contado lo que sucedía,
pero en lugar de hacerlo había optado por pagar. Y el que lo hubiera hecho para salvarlo
del escándalo, lo desconcertaba aún más.
Su comportamiento, tan leal aunque ingenuo, puesto que él tenía medios para
resolver situaciones como aquélla por sí mismo, era una prueba más de que lo amaba, o
al menos de que creía amarlo. Aunque Nicholas era escéptico respecto al amor y lo que
significaba, asumió que haría más fácil la reconquista.
Una vocecita interior lo perturbó recordándole que había creído que haciéndole el
amor le había hecho olvidar su plan. ¿Y todavía su padre le preguntaba por qué no la
dejaba marchar?
Era bien sencillo: Nicholas no perdía. Jamás. E igualmente importante era que era
consciente de que debía a Miley hacer un esfuerzo por cortejarla. Que estuviera
enfadado con ella no le impedía admitir que su pasividad, así como su inadecuada
relación con Elsa, habían conducido a Miley a actuar como lo había hecho. No cumplir
con su deber era aún peor que perder. Era un golpe a su integridad que no podía aceptar.
En primer lugar tendría que ocuparse de Elsa y de sus amenazas. Le haría
comprender que no podía volver a contactar a Miley.
Luego iría en busca de su renuente prometida.
Sentada en el escritorio de la revista, Miley leyó el artículo cuyo link le había
enviado su madre, y pasó de la confusión a la furia.
¡Qué arrogancia! ¿Cómo era posible que, después de ver las fotografías que le
había dejado, Nicholas creyera que todavía podía convencerla de que se casara con él?
Se le citaba diciendo que había sido poco considerado y que quería cambiar.
¿Cuándo? Después de todo, ella llevaba ya dos semanas en casa y no había hecho el
menor intento de contactarla.
Un par de días atrás, había recibido una nota de él, escrita a mano, en la que le
decía que «el problema» de las fotografías había sido resuelto y que confiaba en verla
pronto. Como si eso bastara. La alegría que había sentido al ver el remitente había sido
reemplazada pronto por la desilusión al ver que no contenía un mensaje más personal.
Luego se había enfurecido consigo misma al darse cuenta de que la idea de que quisiera
verla le hacía sentirse esperanzada.
Pero lo que verdaderamente la había irritado era el párrafo al final del artículo en el
que decía que la boda tendría lugar a final de año. ¡Ni siquiera se había molestado en
referirse al anuncio de la formalización del compromiso, sino a la boda en sí!
De haber estado leyendo un periódico, lo habría tirado a la basura. Pero lo único
que pudo hacer fue mirar la pantalla con odio mientras intentaba contener las náuseas
que la asaltaron.
Unos segundos más tarde, corría al cuarto de baño.
Nicholas llegó a las oficinas de la revista el viernes por la tarde, seis semanas
después de que Miley abandonara Zohra. Estaba allí para ver a la mujer que le había
robado el sueño numerosas noches a lo largo de las últimas semanas.
Era su sentido de culpabilidad por no haber cumplido con su deber lo que lo
mantenía insomne, y se recriminaba haber mantenido una pasividad que había conducido
a la necesidad de aquel absurdo cortejo.
Tampoco estaba contento de que el nombre de Miley y el suyo hubieran
acaparado los titulares de los periódicos desde que Miley había huido. Los rumores se
habían sucedido. Primero respecto a los motivos de la reacción de Miley, luego en
relación a la nota de prensa de palacio y finalmente, por conocer el plan de seducción que
había diseñado. Había tenido que rechazar numerosas peticiones para ser entrevistado,
aunque finalmente había aceptado una, y sí había dejado que se filtraran detalles sobre
los regalos que había enviado a su prometida.
Las mujeres necesitaban saber que eran apreciadas, y Nicholas estaba haciendo lo
posible por mostrar su aprecio a Miley. Al menos después de que consiguiera dominar
su enfado. Estaba orgulloso de no haber incluido ninguna nota recriminatoria con los
regalos, a pesar de que había estado tentado más de una vez. Incluso había accedido a
ser entrevistado por su revista. Había admitido al fotógrafo en su despacho del palacio de
Zohra y había dejado que lo fotografiara para la sección de moda con su traje tradicional
de estado, y con trajes de corte occidental.
Todos sus intentos de aproximación habían recibido el silencio como respuesta.
Por eso, después de organizar su agenda, había decidido intensificar el ataque.
Acompañado por dos guardaespaldas, vestido con su mejor Armani y con un ramo
de jazmín amarillo, Nicholas entró en el edificio. La recepcionista alzó la mirada desde su
escritorio central circular y abrió los ojos con sorpresa.
–¿Podría dirigirme al despacho de Miley bin Kemal al Jawhar? –preguntó Nicholas
con una de sus mejores sonrisas.
La mujer abrió los ojos aún más al tiempo que unos papeles que tenía sobre el
escritorio estuvieron a punto de caérsele al suelo.
–Eh... No sé... Tendré que llamar –balbuceó, sonrojándose al tiempo que marcaba
un número–. ¿Hola? Hay un... Creo que es un jeque o algo así. No creo que sea peligroso
pero va con dos hombres de aspecto amenazador. Viene a ver a Miley, aunque la ha
llamado bin-algo. Pero sólo trabaja con nosotros una Miley, ¿no?...
Nicholas podía oír el rumor de alguien hablando al otro lado.
–Sí, probablemente –siguió la recepcionista–. Lleva un ramo de esas flores que
Miley ha estado regalando las últimas semanas.
Nicholas frunció el ceño al oír aquello, preguntándose si al igual que las flores, Miley
habría regalado las joyas que le había enviado.
Su enfado debió de reflejarse en su rostro, ya que la recepcionista se sobresaltó y
tiró los papeles que unos segundos antes había salvado. Nicholas dio un paso atrás
adoptando una máscara de indiferencia mientras ella continuaba asintiendo a algo que le
decían por el auricular.
–Está bien –concluyó–. La llamaré a su extensión –presionó un botón–: ¿Miley?
Hay aquí un hombre que parece... no sé, podría ser peligroso pero lleva un ramo de flores
–se giró y bajó la voz aunque continuó siendo audible–. ¿Estás segura de que no es
peligroso?
Nicholas mantuvo el rostro impasible a duras penas.
–Está bien. Le diré que no tardarás. Date prisa.
La recepcionista miró a Nicholas y se sobresaltó al darse cuenta de que había oído
todo lo que había dicho.
–Miley dice que no tardará. Puede esperarla por ahí –dijo, señalando unas sillas
próximas a un ventanal apartado.
Nicholas asintió y se dirigió hacia ellas junto con sus guardaespaldas.
–Hola, Nicholas.
Se volvió al oír la voz de Miley, y su sonrisa se transformó en un rictus al verla.
Su piel normalmente luminosa estaba pálida y mate y tenía unas pronunciadas ojeras.
Además, había perdido peso.
–¿Estás bien? –preguntó. Y se mordió la lengua al instante, consciente de que ese
tipo de preguntas no debían hacerse en público.
–Perfectamente –Miley se alisó la falda.
El color berenjena que solía favorecerla, acentuaba en aquella ocasión la palidez
de su rostro. Aun así, estaba tan elegante como cualquiera de las modelos que aparecían
en su revista.
En cualquier caso, si no se encontraba bien, debía estar en casa, en la cama,
atendida. Y Nicholas hizo un cambio mental de planes.
–Me alegro de verte –la saludó con una inclinación de cabeza al tiempo que le
tendía las flores. Miley sacudió la cabeza sin hacer ademán de tomarlas. –He terminado
de trabajar. ¿Has pensado en dónde mantener esta conversación?
Miley se encaminó hacia la puerta y Nicholas le entregó las flores a uno de los
guardaespaldas antes de seguirla.
Su limusina esperaba fuera y Miley se dirigió a ella sin titubear. Sorprendido por
su actitud colaboradora, Nicholas la siguió. Una vez dentro, Miley se volvió hacia él y
preguntó:
–¿Dónde vamos?
–He reservado en Chez Alene.
–Mi restaurante favorito.
–Lo sé.
–¿Por mi madre?
–Sí.
–Deja que adivine: el rey Malik le pidió a la reina que compilara un dosier –dijo
Miley en un tono que no daba lugar a interpretaciones de ningún tipo.
–Así es.
Miley asintió, sin hacer ningún comentario sobre el hecho de que se conocían
desde hacía los bastantes años como para que no debiera haber necesitado información
de terceras personas.
–¿Has regalado las flores que te he mandado? –preguntó él.
–Sí.
–¿Puedo saber por qué? –Nicholas no estaba seguro de querer saber qué había
hecho con las joyas, los zapatos y los bolsos que su madre había elegido para ella.
–¿Por qué las has mandado?
–Después de tantos años de desatención, merecías que te cortejara.
–Así que una vez más, por deber.
Nicholas abrió la boca para negarlo, pero se dio cuenta de que en parte tenía razón.
–Puede que en cierta manera sí. Pero también era una forma de dejarte saber que
pensaba en ti.
–¡Qué poético!
Nicholas se encogió de hombros.
–Sigo las costumbres de mi tierra.
–Lo que eres es un hombre pragmático con una increíble habilidad para observar
al ser humano y usar la información a tu favor.
–¿No crees que sea sincero?
–Creo que estabas pensando en mí, pero los dos sabemos que no tenía nada que
ver con un deseo romántico de verme.
–Define la palabra «romance». No creo que nuestra última noche fuera tan
fácilmente olvidable.
Miley posó la mano en el vientre.
–Eso es verdad –dijo frunciendo el ceño.
–Parece que te molesta.
Miley miró por la ventana con un suspiro.
–Da lo mismo.
–Eso no es verdad.
–Claro que sí.
–Sé qué piensas que...
–Escucha, olvídate este intento de seducción por razones de estado –a pesar de
que habló con vehemencia, Miley parecía cada vez más débil e incómoda–. Es una
pérdida de tiempo para los dos.
–¿Tan convencida estás de que no puedo hacerte cambiar de idea? –No hace
falta. Si accedes a una serie de condiciones, me casaré contigo.
Muy bueno el caps!!!! Sigue la porfa, no te desaparezcan sube mas caps de las noves,no me dejes con la duda
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