lunes, 16 de febrero de 2015

Noche de amor con el jeque-Capitulo 4

Capítulo 4


Nicholas se metió en el agua caliente y perfumada con Miley en sus brazos. El
tradicional rectángulo de mosaico podía acoger a cuatro personas, pero sólo iban a
ocuparlo ellos dos. En cuanto los pies de Miley tocaron el agua, ésta se removió y
aunque la suave luz era más luminosa que la de las velas, pero no tan brillante como para
hacerle daño en los ojos, Nicholasse inclinó protectoramente sobre ella para que despertara
sin sobresaltos. Nunca se había quedado una de sus amantes adormecida, relajada y
satisfecha en sus brazos, y contemplarla había despertado en él una emoción que prefirió
no analizar.
–Qué bien huele –susurró ella, acurrucándose contra su cuello.
–He preparado el baño tradicional de la noche de bodas.
–¿De tu familia o de Zohra en general?
–Contiene una mezcla de hierbas exclusiva de la familia real.
Nicholas deslizó la mano por el vientre de Miley pero se frenó a medio camino a
pesar de la tentación de seguir hacia abajo. Miley necesitaba recuperarse antes de
hacer de nuevo el amor.
–Están destinadas a mitigar el dolor y las molestias del coito.
–Pues funciona –dijo Miley con voz ronca.
–Me alegro de que te guste.
–¿A ti no? –dijo ella como si le retara a negar que el sexo también le había
impactado. Pero Nicholas no pensaba mentir.
–Desde luego.
Nicholas no podía pensar en una noche de bodas más satisfactoria. La boda tendría
que ser planeada y se invitaría a dignatarios de todo el mundo, pero hasta entonces no
tenía la menor intención de mantener entre ellos el voto de castidad.
Era aún más excitante saber que podían explorar la sensualidad de su relación sin
temor a concebir un heredero. No le había preguntado que método anticonceptivo
utilizaba porque aquella noche no quería hablar de cuestiones tan mundanas. Ya habría
tiempo para ello al día siguiente.
Miley era inteligente y organizada, así que no dudaba que habría elegido el
método más seguro. Cuando planeaba algo lo hacía con una meticulosidad que incluso
sorprendía al padre de Nicholas, o al menos eso le había dicho en varias ocasiones el rey.
Y se sentía orgulloso de que Miley, aunque fuera por las razones equivocadas,
hubiera planeado aquel encuentro.
–Tu cuarto de baño es espectacular. ¿Es propio de la realeza o de las familias
acomodadas de Zohra?
–Es propio de mí –Miley pasaba sus horas cumpliendo con su gente y necesitaba
tener la oportunidad de relajarse y de disfrutar del confort.
–Lo suponía pero nunca he tenido la oportunidad de ir a la suite de mis padres o
de mi tío.
–Te has negado a volver a la casa de tus padres después de que se reconciliaran.
–Para entonces era una adulta –Miley reflexionó unos instantes–. Era el
momento de instalarme en mi propia casa.
–De haber vivido en Jawhar habrías permanecido con tus padres hasta la boda.
Miley se tensó.
–Pero no he crecido en Jawhar.
–Eso es verdad.
–¿Te importa?
–No –aunque Nicholas encontraba su independencia en cierta forma desconcertante,
le gustaba la mujer que flotaba entre sus brazos.
–Has hecho un par de comentarios que me han hecho interpretar lo contrario.
–Que señale las diferencias no quiere decir que lo censure.
–A veces puede dar la sensación de que sí.
–Las impresiones no son hechos.
–Eso es verdad.
–No se puede confiar en los sentimientos –ese principio le había sido instilado
desde su infancia como preparación a su papel de líder del reino de Zohra.
–Es posible, Nicholas. Pero la ausencia de sentimientos puede ser igualmente
peligrosa.
–Controlar las emociones es el primer paso para ganar una negociación.
Miley se escurrió entre sus brazos.
–No todo en la vida es una negociación política –dijo, sentándose en el extremo
opuesto del baño y mirándolo fijamente–. No es posible que apliques el mismo principio a
tus relaciones personales.
–Si te dijera lo contrario, mentiría.
Miley abrió los ojos de sorpresa antes de entornarlos.
–Hablas en serio.
–No suelo mentir.
–Ocultaste tu relación con Elsa Bosch durante años –Miley se mordió el labio al
no haber podido reprimir el comentario.
Pero Nicholas no pareció molestarse.
–Lo mantuve en secreto como una estrategia de supervivencia de alguien que vive
todo el tiempo expuesto a los ojos del público.
–La discreción no basta, hay que acudir a subterfugios –dijo Miley, citando las
palabras que había oído pronunciar a menudo a su tío.
–A veces los subterfugios son necesarios, pero eso no me convierte en un
mentiroso.
Miley miró en otra dirección y suspiró.
–¿Así que tratas a tus padres como si fueran líderes de la oposición? –aunque era
una manera sutil de cambiar de tema, Nicholas no opuso resistencia. No tenía el menor
interés en seguir hablando de la que era la mayor equivocación de su vida.
–Sobre todo a mi padre. Mi primer éxito como negociador fue a los diez años para
conseguir mi primer caballo –sonrió al recordarlo–, pero luego lo cambié por una fiesta
exclusivamente familiar para celebrar mi cumpleaños.
–¿Eras un niño tímido? –Un líder mundial no puede permitirse ser tímido. –Pero
sólo tenías diez años. ¿Por qué no quería que hubiera otros niños? –Esa opción no era un
punto a tratar en la mesa de negociación. Miley frunció el ceño. –Pretendía tener una
fiesta con mis hermanos en lugar de una celebración de estado –explicó Nicholas. Miley
dejó escapar una exclamación. –¿Quieres decir que a tu fiesta de cumpleaños no habrían
invitado a otros niños de todas formas? Nicholas se encogió de hombros. –A los siete años
celebré mi último cumpleaños con niños.
Había seguido intentándolo hasta los doce años, cuando su padre le había dicho
que olvidara aquellas chiquilladas y que tenía que aceptar sus circunstancias, al igual que
habían hecho sus primos en Jawhar.
–¡Qué terrible! Nicholas sacudió la cabeza. –Eres demasiado sensible. –Si yo tuviera
un hijo, jamás le privaría de una fiesta infantil por celebrar una cena de estado –dijo ella
como si se refiriera a una forma de tortura. Nicholas no pudo evitar reír. –Aprendí muy pronto
la importancia de las responsabilidades de mi posición.
Había sido una buena lección para colocar las necesidades de su pueblo por
delante de sus deseos personales.
–Lo que aprendiste fue que no tenías derecho a ser niño –dijo Miley como si
acabara de descubrir algo importante sobre él–. Tus hermanos no pasaron por lo mismo.
–Claro que no.
Miley le lanzó una mirada significativa.
–Aquí estamos solos tú y yo, y lo que ha pasado no tiene nada que ver ni con
deber ni con obligación.
Súbitamente, su rostro se ensombreció al recordar que aquella noche era la
condición que había puesto para liberar a Nicholas de su compromiso, pero aunque éste
habría querido decirle que esa premisa era absurda, se limitó a confirmar la verdad de su
comentario.
–Hacerte el amor no ha sido ninguna obligación.
Miley escrutó su rostro como si quisiera asegurarse de que era sincero, y Nicholas
supo que lo comprobaría porque no mentía. La sonrisa que iluminó su rostro valió la pena.
–Esta noche sólo eres Nicholas, no el heredero de la corona.
Él nunca era otra cosa que guía y sirviente de su pueblo. Ni siquiera había dejado
de serlo el tiempo que había pasado con Elsa, aunque se había sentido cerca.
Pero Miley no lo habría comprendido ni aunque hubiera crecido entre su gente.
Saber desde la cuna que el país entero dependía de uno, era algo que sólo
experimentaban algunas personas en todo el mundo. Y aquéllos a los que conocía habían
crecido, como él, teniendo que asumir la responsabilidad que les estaba destinada.
Aun así no quiso desanimar a Miley diciéndole que se equivocaba porque en
cierta forma había algo de verdad en lo que había dicho. Aquella noche se sentía más
alejado de su papel de jeque de lo que había estado en toda su vida.
Decidido a convertir aquel momento en inolvidable para Miley, hacer el amor con
ella antes de estar casado era en sí misma una acción impropia de su sentido de
responsabilidad habitual. Una voz interior que sonaba sospechosamente como la de sus
tutores, le susurraba que podía haber actuado de otra manera para ahuyentar los temores
de Miley. Pero la sencilla y sorprendente verdad era que Nicholas había deseado a Miley.
La encontraba mucho más deseable sexualmente de lo que nunca había pensado, y no
había sido consciente de que los años que habían esperado a formalizar el compromiso
habían contribuido, aunque inconscientemente, a ello. Se había obligado a no pensar en
ella sexualmente. Primero porque era demasiado joven, más tarde porque esa parte de su
psique la ocupaba Elsa.
Pero acababa de ser súbitamente consciente de que Miley era y siempre había
sido la mujer ideal con la que compartir su cama.
La atrajo hacia sí.
–¿Estás preparada para seguir celebrando nuestra noche?
Miley entornó los ojos con expresión de deseo e inclinó la cabeza hacia atrás en
una invitación a ser besada que Nicholas pensó que nunca rechazaría.
Miley despertó con placenteros dolores en partes del cuerpo que nuca había
sentido antes, y pensó que habrían sido mucho mayores de no haberse dado dos baños
con Nicholas la noche anterior. Una noche llena de placer y pasión como nunca hubiera
imaginado que compartirían.
La tentación de pedirle que mantuvieran su condición de prometidos fue muy
grande y tuvo que morderse la lengua para no hacerlo cuando se despidieron con la
primera luz del alba.
Aunque habría querido despertar en brazos de Nicholas por una vez en su vida,
comprendió que éste le dijera que no debían ser descubiertos y que sería mejor que se
marchara antes de que despertara el palacio. Así que había obedecido y se había ido con
el cuerpo saciado y el corazón cargado de melancolía por lo que nunca llegaría a tener.
Al llegar a su dormitorio se dio una ducha, hizo la maleta y sacó los cuatro sobres
que había preparado antes de ir a Zohra. Uno de ellos contenía una carta para su tío por
adopción, el rey de Jawhar, al que anunciaba que no se casaría con Nicholas. Pedía
disculpas, le rogaba que no responsabilizara a su padre de la decisión y le decía que
comprendería que la repudiara. Por muy doloroso que le resultara, su corazón ya se había
hecho añicos meses antes, al descubrir la relación entre Nicholas y Elsa Bosch.
La segunda carta era similar, pero el destinatario era el padre de Nicholas.
La tercera estaba dirigida a Nicholas y acababa de escribirla. Le daba las gracias por
la maravillosa noche que habían compartido y le decía que nunca la olvidaría. También le
explicaba la existencia de las fotografías, que adjuntaba, proporcionándole cuanta
información poseía sobre el chantaje, incluidos los pagos que había realizado y la forma
de entrega. Le aseguraba que nadie, ni siquiera sus padres, conocía la existencia de las
fotografías, y que confiaba en que pudiera mantenerlas fuera de la circulación por el bien
de su familia, pero que notificaría al chantajista que ya no le daría más dinero.
Miró entonces el último sobre, el que le impediría cambiar de idea aunque sólo
fuera simbólico. Incluía una nota de prensa en la que se negaban los rumores de que se
pretendía establecer una relación permanente entre las casas de Jawhar y Zohra por
medio de una boda entre Nicholas y ella. Había añadido un par de citas personales. Una, en
la que decía que no quería vivir bajo la presión pública que representaba convertirse en
miembro de la familia real; y la otra, negándose a establecerse fuera de su país de
adopción, Estados Unidos.
Tras leerla, su padre la repudiaría con toda seguridad y su madre se pondría
furiosa, pero no estaba dispuesta a vivir el resto de su vida sin amor. Aunque no fuera
norteamericana de nacimiento, había crecido rodeada de ideales distintos a los del
sentido del deber de las familias de Jawhar y Zohra. Por más que amara ambos países,
era una mujer moderna americana.
No iba a forzar a Nicholas a cumplir un compromiso que no había elegido
voluntariamente. Estaba segura de que adquiriría otro, pero lo haría como adulto y podría
elegir a la novia de su conveniencia. A ella sólo le quedaba desear que fuera una mujer a
la que llegara a amar con el paso del tiempo.
A través de los pasadizos secretos fue al dormitorio de Nicholas, al que sabía
ocupado con su padre, para dejarle la carta. Las demás, las entregó a los
correspondientes secretarios privados, menos la nota de prensa, que llevó al
departamento de relaciones públicas.
Además había preparado varios correos electrónicos con la misma información
para enviarlos a las agencias internacionales al cabo de unas horas. Cuando la noticia
estallara, volaría ya a Estados Unidos, donde no constituiría más que una mera anécdota
entre la plétora de noticias dedicadas a los ricos y famosos.
Ya en el coche, camino del aeropuerto, sacó el teléfono móvil para hacer la
llamada más difícil de toda su vida.
Decidida a no tomar el camino más fácil, llamó primero a su padre. La
conversación transcurrió más o menos como había esperado, pero se negó a continuarla
cuando su padre culpó a su madre por haberla criado en Estados Unidos.
–Si no hubieras estado metido en líos de faldas, no habríamos tenido que irnos de
Jawhar. No te atrevas a culpar a mamá –la furia que su osadía despertó en su padre le
llegó a través de la línea–. De hecho, tus constantes infidelidades me han hecho darme
cuenta de que el matrimonio con Nicholas no saldría bien. No pienso vivir como mamá.
–Nunca le ha faltado nada. –Si de verdad crees eso, es que sigues sin comprender
nada. –No me hables con esa falta de respeto, Miley.
–Decir la verdad no es faltarte al respeto.
–La relación que yo tenga con tu madre no es de tu incumbencia.
–Puede que no, pero eso no impide que seas un modelo que me niego a imitar.
–Nicholas no es un hombre de sangre caliente –su padre calló la implicación de que él
sí lo era.
Miley no se molestó en sacarlo de su error. Y saber que Nicholas había pasado
noches tan apasionadas con Elsa como la que había pasado con ella la atravesó con un
dolor que decidió ignorar, pero que fue prueba de que todavía tenía la capacidad de sufrir.
–No puedes hacer lo que te propones, Miley.
–Ya lo he hecho.
–Lo discutiremos en otro momento. Ahora tengo que ver a Malik y a Faruq.
Supongo que adivinas lo que voy a contarles.
–No me estás escuchando, aunque no sé por qué me sorprende.
–¡Miley!
–Por favor, papá. Te quiero, pero no quiero vivir como mi madre. Antes de
marcharme de palacio he dejado cartas para los reyes en las que les explico mis
intenciones y les pido disculpas.
–¿Cómo que antes de marcharte? ¿Dónde estás?
Por primera vez su padre sonó más preocupado que enfadado. El coche se detuvo
ante el aeropuerto. Miley bajó y esperó a que el conductor sacara el equipaje y lo dejara
en la acera antes de contestar.
–Voy de camino a casa.
–Tu casa está aquí.
–Nunca lo ha estado ni lo estará –dijo ella, suspirando al tiempo que intentaba
ignorar la tristeza que aquellas palabras le causaban–. Escúchame, papá. He incluido una
nota para la prensa en las dos cartas que he dejado a los reyes. Sería mejor que
dedicarais la reunión a decidir cómo lidiar con las consecuencias que mi decisión puede
tener para las relaciones públicas del reino, que a intentar hacerme cambiar de opinión.
–Claro que te haremos cambiar de idea.
–No.
–Maldita sea, he cambiado mi vida para asegurar que esta boda se celebrara y no
voy a consentir que desbarates mis planes por un arranque de orgullo femenino.
–¿A qué te refieres?
–Nicholas te habrá contado la conversación que tuvimos hace unos años en la que me
anunció que no se casaría con una mujer cuyo padre salía regularmente en las prensa del
corazón.
A Miley no le costó creerlo dada la obsesión de Nicholas por mantener la buena
reputación de la casa real.
–Así que te has vuelto fiel... –tragó saliva para aliviar el sabor a bilis que le puso en
la boca saber que no lo había hecho por salvar su relación, si no por obtener una mejor
posición en la casa real–, o al menos, discreto, para que la boda de tu hija te asegurara la
unión con la familia real.
–Fiel –la corrigió su padre–. Me di cuenta de que mis actos sólo causaban dolor.
Desde luego, nunca logré con ellos lo que pretendía.
–¿Pensabas que tener affaires iba a tener una consecuencia positiva? –preguntó
Miley, atónita.
–Tu madre se negó a tener más hijos. Yo le acusé de haberse quedado
embarazada de ti para atraparme –tras una prolongada pausa, concluyó–: Nunca lo negó.
–¿Eso sucedió antes o después de tu primera infidelidad?
–Eso da lo mismo.
–Dudo que mamá estuviera de acuerdo.
–Nunca quiso darme un hijo.
–Siento haber supuesto tal desilusión –dijo Miley, que nunca lo había sabido.
–No he querido decir eso.
Miley lo creyó a su pesar, pues jamás le había hecho sentir que hubiera preferido
que fuera chico.
–No sabía que, no siendo miembro de la realeza, fuera tan importante tener un
heredero.
–Pero conoces a nuestro pueblo –dijo él, implicando que en su cultura no tener un
hijo al que dejar el apellido familiar era una tragedia.
–Lo siento –dijo ella, consciente del dolor de su padre.
–Debes entender que Nicholas es distinto a mí y no cometerá mis errores.
A la vez que se acercaba al mostrador de facturación, Miley recordó las
fotografías de Nicholas con Elsa.
–No puedo casarme con él, papá.
–Debes hacerlo. Sólo tienes nervios prenupciales.
–Ni quiera estamos comprometidos oficialmente.
–Estás evitando un futuro imaginario, no el que verdaderamente disfrutarás.
–¿Tú has amado siempre a mamá? –preguntó ella en lugar de replicar.
–Sí –dijo él sin titubear.
–Y sin embargo le has hecho sufrir durante años, igual que ella a ti –por primera
vez Miley era consciente de que el daño había sido recíproco, pero eso no le servía de
consuelo–. ¿Si vosotros, queriéndoos, os habéis herido, qué puede pasar en un
matrimonio en el que sólo uno de los dos ama al otro?
–No puedes esperar amor de Nicholas.
La respuesta instantánea de su padre, adivinando a quién se refería, colocó un
nuevo ladrillo en la barrera tras la que Miley intentaba proteger su corazón.
–Mi vuelo sale en unos minutos.
–No puedes abandonar Zohra –dijo su padre en tono amenazador.
Pero Miley había tomado medidas para asegurarse de lo contrario, contratando
un vuelo privado por la guardia real recibía la orden de buscarla en los vuelos
comerciales.
–Por favor, padre, acéptalo. Ya he mandado la nota de prensa.
–Podemos decir que era una broma.
–Daré una entrevista en directo –sin dar tiempo a que su padre contestara,
concluyó–: Te quiero, papá. Espero que algún día me perdones –y colgó.
Pasó la aduana por la zona VIP sintiendo que el corazón iba a estallarle. Dijeran lo
que dijeran sus cartas, alejarse de Nicholas era lo más doloroso que había hecho nunca.
La noche anterior había tenido la experiencia más maravillosa de toda su vida,
pero al volver a mirar las fotografías había recordado que por muy buen amante que Nicholas
fuera, nunca la amaría. Aun así, se le había pasado por la cabeza que quizá sería mejor
vivir con él sin su amor, que no volver a verlo.
Tuvo que obligar a sus pies a subir la escalerilla. Intercambió unas palabras con el
dueño antes de sentarse y ponerse el cinturón de seguridad, y se alegró de comprobar
que ni él ni su esposa estaban interesados en charlar. Necesitaba concentrarse para no
caer en la tentación de volver al palacio.
El capitán acababa de anunciar que despegarían en cuestión de minutos cuando
Miley vio en la pantalla del teléfono que le llamaba su madre. Lo apagó al tiempo que los
motores se ponían en marcha. Hablar con ella no podía beneficiarla en ningún sentido. La
conversación con su padre ya la había a angustiado lo suficiente.
Su madre siempre la había amado incondicionalmente, y la sospecha de que su
ruptura con la familia real de Zohra pusiera su afecto en peligro, era un escenario al que
no se sentía capaz de enfrentarse en aquel momento.

2 comentarios:

  1. Oye un capitulo muy bueno,sube mas me dejas con la duda de que pasa con miley y nick,porfaaaaa sube mas y no te olvides de lecciones privadas,supe mas caps <3

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  2. Oye un capitulo muy bueno,sube mas me dejas con la duda de que pasa con miley y nick,porfaaaaa sube mas y no te olvides de lecciones privadas,supe mas caps <3

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