martes, 3 de febrero de 2015

Noche de amor con el jeque-Capitulo 2

Capítulo 2
Nicholas recibió aquellas tres palabras como un número igual de puñetazos. Mientras
que había esperado que Elsa lo traicionara por no poder proporcionarle el compromiso de futuro que esperaba de él, siempre había considerado a Miley una mujer plenamente
consciente de sus deberes de estado.
–Bromeas –dijo, mirándola fijamente en busca de señales de embriaguez, pero las
pupilas de Miley no estaban dilatadas, y aunque tenía las mejillas sonrosadas, el tema
del que hablaba lo justificaba.
–En absoluto –Miley miró la estatuilla del beduino y alargó la mano para tocarla–.
No pienso arrastrarte a un matrimonio con una mujer a la que no amas.
– ¿Y tú esperas ser amada por tu marido?
¿Quién le habría inculcado unas ideas tan románticas?
–Sí.
–Pareces olvidar la importancia del deber familiar y de estado.
Una llamarada brilló en los oscuros ojos de Miley.
–Precisamente el sentido del deber de mi madre es lo que me lleva a no querer
seguir adelante con esta farsa.
–Unir las casas reales de Zohra y Zawhar no es ninguna farsa.
–Por muy indulgente que sea el rey Malik con mi padre, yo no pertenezco a la casa
real de Jawhar.
Miley tenía razón. Kemal pertenecía a una de las familias más influyentes de
Jawhar y había sido acogido en la familia real al morir sus padres. Así que, aunque había
sido educado como un hermano más de Malik, no tenían vínculos de sangre.
–No creía que eso te importara.
–Y no me importa.
–Pero lo mencionas como una razón para no mantener tu compromiso.
–Yo no he aceptado ningún compromiso. A los trece años me dijeron que un día
me casaría contigo.
No era más que una niña y Nicholas había sentido lástima de ella.
–Pero nunca te has quejado.
–Porque creía en cuentos de hadas y he tardado mucho tiempo en darme cuenta
de que no son reales.
Sueños de amor. ¿Cómo no se había dado cuenta de que ellos no podían
permitirse ese lujo?
–Debes reflexionar.
–Nicholas, te estoy devolviendo la libertad –la voz de Miley se tiñó de impaciencia–.
En lugar de intentar hacerme cambiar de idea, deberías limitarte a darme las gracias.
¿De verdad creía que le hacía un favor? Nicholas lo dudaba.
–Avergonzaremos a nuestras familias.
–Por favor,Nicholas, todavía no se ha hecho el anuncio oficial.
–Pero todo el mundo lo asume.
–Y qué –Miley se encogió de hombros–. Quienquiera que cuente con ello se verá
desilusionado.
–Como mi padre o el hombre al que llamas «tío». Los humillaremos.
La mirada que le digirió Miley dejó claro que no la impresionaba con aquel
dramático augurio.
–Puede que los desilusionemos, pero no tanto como si nos divorciáramos.
– ¿Por qué íbamos a divorciarnos? –Nicholas sabía que no la conocía bien, pero
nunca había pensado que fuera tan pesimista–. No te comprendo.
–Nicholas, ¿de verdad puedes decirme que no sientes una punzada de esperanza en
este momento, que no te sientes aliviado a pesar de que intentas convencerme de que no
haga lo que en el fondo estás deseando?
Nicholas se quedó sin habla al darse cuenta de que Miley verdaderamente creía que
le estaba haciendo un favor, que creía que debía estarle agradecido por anunciarle que
iba a romper su palabra. Intentó adivinar qué le habría hecho llegar a una conclusión tan
equivocada, pero no lo consiguió. No podía pensar en ninguna razón lógica.
Miley hundió los hombros en un gesto con el que quedó de manifiesto que no
estaba tan segura de sí misma como intentaba aparentar.
–Tu silencio es más significativo que tus palabras. Yo asumiré toda la
responsabilidad de cara a nuestras familias y a la prensa. Sólo tengo una condición.
Nicholas dio varios pasos hacia ella.
– ¿Cuál?
–Quiero pasar una noche en tu cama y tener la noche de bodas que ya no
celebraremos.
Si lo había sorprendido hasta entonces, aquella petición dejó a Nicholas atónito.
– ¿Por qué? –preguntó al tiempo que intentaba comprender por qué la modosa
princesa se ofrecía, o más bien, le exigía, que cumpliera algo que no debería producirse
hasta después de la boda.
–Quiero que seas mi primer hombre.
Eso era lo lógico.
–Pero no quieres casarte conmigo.
¿Qué sentido podía tener aquella petición?
– ¿Querías casarte con Elsa Bosch?
Nicholas había creído a veces que sí. Igual que pensaba estar enamorado. Pero
siempre había sabido que no eran más que fantasías. Pronto había descubierto que no
sólo su carrera profesional la hacía inapropiada como futura reina de Zohra.
–Ni siquiera me lo planteé.
–Pero mantuviste relaciones con ella
Aquellas palabras en los labios de Miley incrementaron su desconcierto. Había
llegado el momento de dar por terminada la conversación.
–Eso es algo de lo que no pienso hablar contigo.
–No es una pregunta, es una mera observación.
–Esto es absurdo.
–Lo que es absurdo es que dos personas se casen en pleno siglo XXI por obligación.
Su educación norteamericana debía de ser la causa de aquella actitud.
–Un día seré rey y la mujer que esté a mi lado debe ser la adecuada. El amor no
tiene nada que ver con las obligaciones que debemos cumplir.
–Dices la palabra amor como si fuera algo sucio.
Nicholas se encogió de hombros. En su experiencia personal se trataba de un
sentimiento más doloroso que placentero.
–Tus hermanos han encontrado el amor –añadió Miley.
–Ninguno de los dos va a heredar la corona –ni habían recorrido un camino fácil
hasta encontrarlo.
Nicholas no tenía ningún interés en seguir sus pasos puesto que ya se enfrentaba a
suficientes retos para ser líder y servir a su gente.
–Tu padre no usa corona.
–No hagas juegos de palabras. Esto es demasiado importante. Creía que conocías
tus deberes.
–Mi principal deber es conmigo misma, y no estoy de acuerdo con que un país
vaya a descarrilar porque su líder busque la felicidad.
– ¿Y crees que romper un compromiso es honorable?
–No estamos prometidos.
–Como si lo estuviéramos.
– ¿De verdad lo crees? –preguntó Miley como si la respuesta fuera de gran
importancia.
–Sí.
Miley miró a Nicholas con tristeza.
–Lo siento.
– ¿Vas a entrar en razón?
–No –dijo ella con vehemencia.
Y de pronto Nicholas creyó comprender. Miley temía que no fueran compatibles en la
cama, y tenía motivos para estar preocupada. En cierto sentido tenía razón: no eran una
pareja decimonónica que tuviera que llegar virgen al matrimonio. Ni siquiera la novia.
Había pasado la vida en Estados Unidos, rodeada de una cultura que
desmitificaba el sexo y que a menudo lo glorificaba. Él nunca se había insinuado porque,
a pesar de lo que acababa de decir, nunca habían estado oficialmente comprometidos.
Primero porque la había considerado demasiado joven, y después, por su relación con Elza. Una relación abocada al fracaso desde el principio, pero que le había permitidoescapar brevemente de las ataduras de sus responsabilidades diarias. Él había creído estar enamorado de ella hasta que había averiguado que no era su único amante. Y todavía seguía furioso por haber dado tal muestra de vulnerabilidad.
En el proceso, había desatendido a la mujer con la que iba a casarse.
Miley sacudió la cabeza mirándolo fijamente.
–Deja de pensar en cómo hacerme sentir culpable para que cambie de idea
porque no vas a conseguirlo. –Ya veo que no. Miley necesitaba la confirmación de que su relación no sería desapasionada. Y aunque hasta entonces él no había hecho nada por demostrarle lo contrario, en aquel momento, al sentir su sexo endurecerse, estaba seguro de que no tendría ningún problema en darle pruebas de la pasión que buscaba.
–Quieres acostarte conmigo. Miley se estremeció, pero mantuvo la cabeza
erguida. –No creo que una noche de sexo sea un sacrifico desmesurado a cambio de tu
libertad –dijo, ahogando con palabras su inseguridad.
Nicholas lo interpretó así, pero además comprendió que Miley consideraba un regalo
pasar una noche en su cama. Y entonces fue consciente de algo que le hizo sentirse
halagado y que despertó su compasión a partes iguales.
–Estás enamorada de mí.
Nicholas siempre había sabido que le gustaba, pero nunca había pensado que se
tratara de nada más profundo que el sentimiento de admiración de una jovencita, y
descubrir la profundidad de sus sentimientos lo dejó perplejo. El amor podía ser doloroso,
pero ella no tenía nada que temer, porque él no la traicionaría como Elsa lo había
traicionado a él.
– ¿Cuándo lo dedujiste? ¿Tras el torpe intento de besarte cuando cumplí dieciocho
años o al saber que no he salido con ningún hombre a pesar de que nunca hemos
oficializado nuestra relación?
Nicholas no se molestó en indicarle que, si estaba enamorada de él no tenía sentido
que rechazara el acuerdo familiar, porque a aquellas alturas estaba convencido de que en
realidad no era lo que deseaba, sino que necesitaba que le diera pruebas de que su
relación era posible.
Tampoco se molestó en decirle que su supuesto amor se basaba en una relación
platónica. ¿Cómo podía amarlo si no lo conocía de verdad?
Pero lo cierto era que ella creía amarlo y eso justificaba el dolor que sentía.
–Discúlpame por no haber sido consciente de tus sentimientos. Sé que el amor
puede ser un sentimiento doloroso.
– ¿Crees que no lo sé? –preguntó Miley con incredulidad. Luego palideció,
horrorizada–. ¿Quieres decir que estabas enamorado de ella?
Por primera vez en su vida, Nicholas tuvo la tentación de mentir abiertamente, pero su
honor no se lo permitió.
–Da lo mismo. Elsa Bosch y yo hemos terminado.
–Pero ¿la amabas?
–No es algo de lo que debamos hablar.
Elsa era el pasado, mientras que Miley representaba el futuro.
–No hace falta. Las fotografías lo demuestran. Pensé que no era posible, porque
ya era bastante doloroso ver lo relajado y feliz que parecías con ella.
– ¿Has deducido todo eso de una fotografía? –No. Pero eso es algo de lo que
tampoco yo quiero hablar contigo.
No. Era evidente que lo que necesitaba en aquel momento eran pruebas de que
podía llega a sentir algo por ella y él habría estado encantado de dárselas, pero...
–No podemos abandonar el banquete nupcial de mi hermano.
– ¿Por qué no? Tú lo has hecho.
–Tenía que ocuparme de algunos asuntos para que mi padre pudiera atender la
fiesta.
–Siempre te sacrificas por tu familia.
–Y lo considero un privilegio.
–Te creo.
–Porque es verdad.
–Eres un hombre increíble.
–Y tú me amas –Nicholas no pensaba volver a exponerse a ese sentimiento, pero
protegería el de Miley. Era su deber.
Y él siempre cumplía con su deber.
–La celebración de la boda durará hasta el amanecer. No es el mejor momento
para compartir nuestros cuerpos por primera vez.
– ¿Qué sugieres?
– ¿Vas a quedarte en el país los tres próximos días?
–Sí, permaneceré aquí mientras duren los festejos.
A pesar de negarse a participar en la organización, su familia había acudido al
palacio días antes de la boda. Nicholas apenas la había visto porque había estado ocupado
con sus obligaciones de estado.
–Me ocuparé de organizar tu última noche aquí. Ese día no hay ningún
acontecimiento oficial después del desayuno –le ofreció el brazo–. Y ahora, creo que
debemos volver junto a los demás invitados.
Miley le tomó el brazo con dedos temblorosos que delataban la tensión que
sentía, y dejó que la guiara fuera del despacho.
Transcurridas dos noches, se dijo Nicholas, le demostraría que no tenía nada que
temer.
A pesar de que el sol se había puesto hacía más de una hora, las baldosas de la
terraza seguían calientes bajo los pies de Miley. Se había quitado los altos tacones que
había usado durante la última fiesta de celebración de la boda de Amir y Grace, pero
llevaba puesto el vestido ceñido de seda que había lucido y a causa del cual sus padres
habían discutido porque su padre lo consideraba inapropiado. Finalmente, Lou-Belia
había ganado y Miley había acudido a la fiesta con él. La mirada con la que Nicholas la
había recibido había valido la pena, sus ojos habían brillado de puro deseo sexual y
Miley había descubierto su mirada ardiente tantas veces posada sobre ella a lo largo de
la velada que había ansiado que llegara a su fin para que finalmente se iniciara su única
noche con el jeque Nicholas bin Faruq al Zohra.
La fiesta había concluido y podía acudir junto a Nicholas cuando quisiera. Lo único
que la detenía era el vestido de apariencia inocente que había sobre la cama. Había
encontrado la galabeya al volver a su dormitorio. El vestido de novia tradicional del país, de seda blanca y bordados de oro era propio de un cuento de Las mil y una noches. A su lado había una nota de Nicholas:
Querida Miley: has dicho que querías celebrar la noche de bodas. Por favor,
ponte este vestido que usó mi abuela en su boda. Estoy deseando verte con él... y sin él.
Nicholas.
El día anterior le había dicho que acudiera a él por los corredores secretos del
palacio, de los que Miley nunca había sabido hasta entonces, aunque también los había
en Zawhar.
Con un gran suspiro, volvió al interior del dormitorio. En la penumbra, la galabeya
resplandecía, provocando su fascinación y su rechazo a partes iguales.
Que Nicholas quisiera que llevara un vestido de novia era perturbador, pero también
formaba parte de su fantasía. Por qué entonces dudaba. La galabeya era una prenda
maravillosa y las babuchas a juego, de una exquisita elegancia. Además de ser de su
talla. ¿Cómo la habría adivinado Nicholas?
Una voz interior la advirtió de que al día siguiente pagaría por aquella noche. Pero
era la única ocasión que tenía de estar con el hombre de sus sueños y no estaba
dispuesta a no vivir su fantasía.
Se puso la galabeya, estremeciéndose al sentir el sensual roce de la seda, y eligió
un conjunto de ropa interior de encaje blanco en lugar de la ropa íntima tradicional.
Después de todo no se trataba de una boda de verdad, sino de una noche de seducción,
aunque ya no estaba segura de quién seducía a quién, puesto que Nicholas ya no mostraba
la reticencia que había manifestado inicialmente.
Quizá su cambio de actitud se debía a que su relación con Elsa había terminado.
Pero tampoco debía olvidar que a cambio, ella le estaba ofreciendo su libertad y que ese
objetivo podía haber incrementado su ardor, y no ella.
¿O acaso siempre se había sentido atraído por ella pero no había dado ningún
paso para no adelantar la boda?
Miley prefería pensar que la segunda opción era la correcta. En cualquier caso,
se negó a seguir analizando la situación, se peinó el cabello y se maquilló levemente. Al
mirarse en el espejo, pensó que, de no ser por los reflejos del cabello y la ropa interior,
habría pasado por una novia de siglos atrás.
No se cruzó con nadie en los pasadizos, pero oyó una risa femenina al pasar a la
altura del dormitorio de Amir. Sonó tan cerca que se ocultó en un recodo, justo a tiempo
de oír pisadas en el corredor por el que acababa de pasar.
–Shhh... Recuerda que es secreto –dijo Amir en un susurro a su mujer, que seguía
riendo.
–¿Cómo es posible que no haya sabido de su existencia hasta ahora?
–Porque todavía no eras mi esposa.
–Ahora lo soy –dijo Grace, insinuante.
–Desde luego que sí –dijo él con orgullo.
–¿Vamos a explorar?
–¿Prefieres eso a volver al dormitorio y celebrar nuestra boda?
–¿Tú qué crees? –siguió un silencio sólo perturbado por el rumor de besos y la
respiración jadeante de la pareja. Entonces Grace añadió con voz ronca–: Tengo que
reconocer que una boda de siete días está muy bien. Las novias occidentales sólo tienen
una noche de bodas.
Sus voces se apagaron a medida que las pisadas se alejaron por donde habían
llegado y Miley suspiró aliviada, preguntándose cómo habría podido Nicholas mantener su relación oculta durante tanto tiempo, cuando a ella una sola noche la tenía en tal estado de tensión que temía quebrarse en cualquier momento.

1 comentario:

  1. Oyeeee el caps estuvo muy bueno,me encanto porfa sube pronto el siguiente y no te olvides de lecciones privadas,eres muy buena escribiendo no dejes de subir caps ni noves

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