Nick miro la carta en sus manos, luego dirigió al vista a las otras 594 en la caja, una por cada día que estuvo en Irak. Todos le dijeron que era una locura, que para que ir al otro lado del mundo, a luchar por una guerra absurda. La única que lo había apoyado desde el principio había sido
Aun cuando iban a pasar días, meses, quizás, hasta años sin verse, ella le había brindado su apoyo incondicional desde el día en que le conto sus planes. Nadie más lo había hecho como ella. Su despedida, sin lágrimas. Sin reclamos. Solo un beso, que estuvo a punto de hacerlo desistir por dejarla por tiempo indefinido y una hermosa y enorme sonrisa en su rostro.
Tomo otra de las cartas que ella le mando mientras estuvo lejos y sentado en el piso de su habitación, continuo leyendo.
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Se agito y despertó, sentándose en la cama. Miro alrededor y tomo una respiración profunda. Estaba totalmente transpirado, la camiseta estaba húmeda y pegada a su torso, las sabanas revueltas entre sus piernas y las cobijas en el suelo. Seguramente había luchado dormido hasta que las tumbo.
Salto de la cama y se asomó a la ventana. El cielo era azul y brillante de estrellas, como solo podía ser en dallas. No había luna, tal vez se estaba escondiendo, para no observarlo mientras dormía. Era todo un espectáculo que no quería que nadie viera.
Ya no era el mismo. Desde que había vuelto, todo el mundo hablaba de él. Pareciera que fuese famoso. Todos querían saber cómo fue Irak, como era la guerra, que había sucedido. Nadie entendía que no quería hablar, excepto Miley. Ella no le había preguntado de ello ni una sola vez. El día que aterrizo en D.C ella estaba allí, brillante, sonriente y tan bella, que te cortaba la respiración. No había esperado a que la gente se corriera, o que le diera permiso, ella había corrido directo a él, empujando gente en el camino y disculpándose, para lanzarse a sus brazos. Con sus piernas enroscadas firmemente en su cintura, sin importarle que el vestido se levantara y mostrara más de lo debido, y con los brazos enrollados en su cuello, le había besado hasta que sus compañeros silbaron y lo molestaron, haciendo ruidos y gritando cosas.
Fue tan fácil creer que todo iba a ser como antes, que nada había cambiado. Que duro fue la realidad. Volver a la rutina de siempre había resultado difícil, pensar que hacer de su futuro ahora, la gente, su casa, las pesadillas que no lo habían abandonado.
Nada era como antes, nada. Lo más difícil al regresar, eran las pesadillas. Dormir era todo un reto. Cada vez que cerraba los ojos, podía revivir los días de terror y angustia que paso en Irak. Podía ver y oler la muerte que tenía que vivir, casi a diario. Siempre, una pesadilla cada noche, todas eran igual. La terapia no funcionaba, nada de lo que el psicólogo del ejército había intentado con él, tuvo algún efecto. Las noches seguían siendo un tormento.
Se quedó allí, sentado en el alfeizar de la ventana, soñando con aquellas épocas, en las que todo era más fácil.
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-Nicholas, Miley te ha estado llamando toda la mañana. ¿Por qué no le devuelves la llamada y salen juntos a hacer algo? Hace mucho que no estas con ella. – 6 días, 4 horas y 15 minutos, exactamente que no la veía.
-La llamo luego, mama. – Se sentó en el taburete, del mesón de la cocina y tomo el desayuno en silencio. Sabía que su madre lo observaba, estaba, como todos en su familia, preocupada por él. Antes, mientras desayunaba, charlaba animadamente con su madre, le contaba los planes que tenía para el día y le hablaba de lo que pensaba hacer para Miley la próxima cita, le pedía consejos y se reían. Pero, todo había cambiado, él había cambiado.
La falta de sueño, lo estaba poniendo de mal humor, estaba todo el tiempo irritado y además, estaba cansado físicamente, siempre. Incluso tenía momentos, en los que creía que iba a perder la mente. Nick pensó que al dejar el ejército, que al regresar a casa, los tormentos de la guerra quedarían atrás. Que sueño más grande.
El timbre de la puerta sonó, haciendo que su madre se alejase de la cocina, para ir a abrir. Estaba aclarando los platos en el fregadero, cuando su madre entro de nuevo, giro y vaya sorpresa, cuando observo, que la que se encontraba en el marco de la puerta de la cocina no era su madre, era Miley. La sonrisa de su rostro, era lo único que valía la pena por ver siempre. Lo único que deseo ver al regresar.
-Así que, ¿demasiado ocupado para contestar o devolver las llamadas? – Ella se acercó, sonriendo. – Mal, Jonas. ¿Sabes? Te voy a dar un consejo. Si quieres conservar a tu hermosa, increíble, única y perfecta novia, debes ponerte las pilas y contestar sus llamados. – Ella coloco las manos alrededor de su cuello, mientras continuaba hablando, Nick abrazo su cintura con sus brazos. – Hay un millón de chicos en esta ciudad que quieren salir con ella y robártela. – Él sonrió verdaderamente en días.
-¡Oh! ¿Enserio? ¿Un millón? – Ella asintió, poniendo un gesto divertido con sus labios. – Curioso. La última vez que supe, esta ciudad tenia cerca de millón doscientas personas. - Miley ladeo un poco su cabeza, con una expresión de fingida ignorancia en el rostro. Luego, lentamente, se acercó a sus labios, para besarlo.
Nick nunca se cansaría de besarla o de tenerla en sus brazos. Ella era lo único que no había cambiado. Seguía siendo la misma, hermosa, divertida, irreverente. Era todo lo que le importaba en el mundo. Y ella era, tan, condenadamente terca.
Un ligero gemido de placer escapo de los labios de su chica cuando se separaron. Con sus hermosas y delicadas manos, acaricio suavemente su rostro, los ojos, las cejas, los labios y mejillas, y aquel pelo rizado que ella decía amar tanto y que al regresar a casa, había dejado crecer de nuevo.
-Te amo. Te he amado desde que tengo memoria. Te amé cuando eras un niño sin dientes, cuando creciste, tímido y callado. Te amé a los 6 años, cuando me golpeaste con aquel balón de futbol, que me dejo un chichón, a los 9, cuando le dijiste a Sara Mitchell que era la niña más linda del mundo, a los 10, cuando descubriste que troy Becket me robo mi primer beso, a los 12, cuando mis padres murieron y me quede sola, a los 14, cuando me diste mi primer beso oficial, a los 16, cuando te emborrachaste y le tocaste los pechos a Clare Larson, a los 17, cuando me dijiste que siempre, la única chica que hacía que tu corazón saltara, se parara o simplemente se acelerara, era yo. Te he amado, y te amo, y estoy absolutamente segura de que te amare, toda mi vida. – dio un beso, suave pero firme en sus labios.
-Huumm… Ya lo sabía. Siempre causo ese efecto en las chicas. – La carcajada que broto de sus labios, fue el sonido mágico, que logro mantenerlo cuerdo cuando estuvo lejos. – Yo también te amo. Siempre. – Dio un ligero beso en la comisura izquierda de su boca. – Siempre – Otro, en la comisura derecha. – Siempre. – En sus labios. – Y… para que conste. Jamás toque los pechos de Clare Larson. Técnicamente, ella tomo mis manos y las puso sobre ellos. Fue en contra de mi voluntad, así que, no cuenta. – otra de esas mágicas risas salió, siendo interrumpida por el beso que Nick dejo en su boca.
- ¿Has dormido últimamente? Te ves algo cansado, bebé. – Claro que estaba cansado, la noche anterior solo había logrado dormir una hora. Miley le hizo un gesto con la cabeza, para salir de la cocina.
Tomándolo de la mano, lo guio por el living, hacia las escaleras y luego a su cuarto. Una vez dentro, cerró la puerta tras ella, con seguro. Miley dio un par de pasos y lo abrazo rodeándolo con sus brazos por la cintura.
-¿Quieres que te ayude a dormir? – Nick ladeo un poco la cabeza, cuando ella se le acerco. Su habitación estaba a oscuras, ya que no se había molestado en correr las cortinas, cuando se levantó. Ella se paró en la punta de sus pies y rozo su nariz contra la suya. Una y otra vez, sus labios, su nariz, se rozaban. Su olor era magnifico, suave, dulce, alentador.
Nick no podía respirar, sin llevarse su olor consigo. Estaba totalmente embriagado por ella. Se moría por un beso. Cuando sus labios tocaron los de ella, por fin, las estrellas explotaron tras sus parpados cerrados. Levanto una mano, vacilante, y la poso en su mejilla. La suavidad y calor de su piel, siempre lo había dejado asombrado.
Sus manos estaban sudando, cuando las de ella, se posaron en su pecho, acariciando levemente. Su boca, era la gloria, su sabor, el único elixir que necesitaba para vivir. Estaba temblando de la cabeza hasta los pies, y ella solo estaba besándolo.
Se alejó un poco de Miley para poder observarla. Era tan hermosa y él no sabía cómo tuvo la suerte de tenerla y de que ella lo amase. Sus ojos, eran pequeños posos marrones que siempre estaban brillando con alegría y bondad, su boca, era rosada y tan suave, que a veces temía besarla con demasiada fuerza, sus manos, eran pequeñas y fuertes, ella te podía dejar un morado en un brazo de un solo golpe, pero eran al mismo tiempo, delicadas, manos hechas para acariciar. Toda ella, era la cosa más perfecta del mundo. Nick pasó sus dedos por sus labios. El pulgar comenzó a jugar con su labio inferior, acariciándolo y enviando corrientes eléctricas a través de su columna.
Ella acerco su rostro al suyo, de nuevo. – Voy a ayudarte a dormir. – Beso sus labios, mientras lo empujaba suavemente a la cama. Lo hizo sentarse en esta, mientras ella se acomodaba a horcajadas encima de él.
¿Ella dijo, dormir? ¿Quién puede pensar en dormir, cuando la diosa más hermosa del mundo, está besando tus labios y acariciando tu pecho por debajo de la camiseta?
Cuando ella llevo sus manos al primer botón de su camisa sacándolo del ojal, Nick ya no podía pensar. Lentamente, con toda la calma y la paciencia del mundo, Miley libero todos los botones y Nick comenzó a deslizar la camisa fuera de su cuerpo, acariciando sus hombros y sus brazos hasta que estuvo libre de ella y la arrojo al otro lado de la habitación.
Sin alejar sus labios de los suyos ni un segundo, comenzó a pasar sus manos por sus pechos cubiertos por el sostén, abdomen y hombros, siempre suave, lento, haciendo parecer que la acariciaba con una pluma. Luego, Miley dirigió sus manos a la camisa de Nicholas, deslizando esta fuera de él y lanzándola junto a la suya.
La única vez que ellos habían hecho el amor, fue poco antes de que él fuera a Irak. La primera vez, de ambos. Nick había hecho que todo fuese rosas y romanticismo. La cita fue perfecta y termino, con un perfecto final.
-Tu mama me dijo que no dormías bien. Que desde que llegaste, no has dormido correctamente. Estoy aquí, para ayudarte a dormir. – Nick no entendía de que hablaba. Y menos cuando sus manos estaban en la cintura de sus pantalones, tratando de bajarlos.
-¿Dormir? - Miley se puso de pie y lo tomo de las manos levantándolo de un tirón. Ella se acercó, y mientras su boca besaba su mejilla, mandíbula y pómulos, sus manos lo liberaban del pantalón del pijama. Este quedo en redado en sus tobillos. Ella lo empujo haciendo que cayera en la cama, se agacho sacándole los calcetines junto con el pantalón, luego desabrocho los botones del short que traía puesto y lo saco de su cuerpo arrojándola al lado de su ropa en el piso.
Él respiraba agitadamente ahora. Ella decía que quería ayudarlo a dormir y luego hacia esto. Ambos estaban en ropa interior y si ella seguía acariciándolo como estaba haciendo, Nick juraba que terminaría perdiendo el control.
Ella escalo por su cuerpo, sus manos en sus piernas, sus labios en su abdomen. El cielo en la tierra.
-Miley... bebé… yo no… - Un gemido estrangulado escapo de su garganta cuando ella coloco ambas manos en sus boxers, haciendo presión en su entrepierna. Nicholas estiro sus brazos y la tomo de los hombros alejándola de él. Sus ojos marrones lo miraron con incertidumbre, y detrás, tenía un brillo de lujuria, amor y miedo
Se giró dejándola debajo de su cuerpo. Su intención era detenerla para que no pasara nada que no debiera, pero al verla, sonrojada, temblando y nerviosa, pero al mismo tiempo determinada y firme, y con aquel encantador brillo marrón en sus ojos, se olvidó de todos su propósitos.
Beso su labios, bajo con ellos hasta su cuello, donde mordisqueo suavemente su piel. Siguió su camino hasta el inicio del sostén, le temblaron las manos en su abdomen plano cuando beso sus pechos por encima de la tela. Recorrió su cuello con sus labios de nuevo mientras pasaba las manos por su espalda para llegar al broche del sostén.
Ella rio cuando sus intentos de desabrocharlo fueron fallidos. Esas cosas eran complicadas. – No deberías reírte de mí en estos momentos. Eso mata las pasiones de un hombre, ¿sabes? – Ella se rio de nuevo, justo como la primera que vez que estuvieron juntos. Hizo todo lo que estuvo en sus manos para que fuera feliz, perfecto y se relajara. Al final, había resultado ser una noche única. Mágica.
-¿Acaso me dices mata pasiones, Nicholas? Porque si es así, yo realmente podría matar las tuyas, ¿eh? – Y para poner más énfasis en sus palabras, metió una mano dentro de su bóxer acariciando su erección. Sus pequeños dedos acariciaron toda su longitud apretando ligeramente. Nick cerro los ojos, mientras echaba su cabeza hacia atrás, con los labios entreabiertos.
Hubo tantas noches, mientras estaba lejos en los campamentos armados, que soñaba con esto. Con sus manos acariciándolo, sus labios besándolo y con todas esas palabras susurradas como en aquella primera vez.
Miley aprovecho que él estaba desconcentrado para empujarlo y ponerse encima de Nick. Se acomodó, amoldando sus caderas a las de él y luego se meneo un poco. Nick jadeo y la miro con ojos ardientes. Él hizo que se agachara a la altura de su rostro para besarla, mientras ella llevaba las manos a su espalda para desabrochar su sostén. Cuando se alejaron, sus miradas se dirigieron al torso descubierto de ella.
Con manos temblorosas y vacilantes, Nick poso sus manos en sus pechos. Sin ningún tipo de experiencia más que la anterior vez, el comenzó a masajearlos, luego tomo entre su pulgar e índice sus pezones. Gimió cuando la acción hizo que ella se meneara más, frotando su entrepierna con la suya.
Se sentó, llevando sus labios a aquellas cumbres cafés que lo saludaban. Paso su lengua suavemente y luego chupo con fuerza, ella se agitaba sentada en su erección. Miley coloco las manos detrás de su cabeza, apretándolo contra sus pechos. Siguió besando y mordiendo alternando entre uno y otro pezón. Bajo sus manos, acaricio su abdomen hasta encontrarse con la tira del panty, coloco una mano sobre su monte de venus y pudo sentir la humedad y calor que emanaba de aquella parte de su cuerpo.
Nick, sin perder más tiempo, tomo a Miley y la hizo dar la vuelta, haciendo que esta quedara debajo de él, luego con las manos torpes saco el único pedazo de tela que quedaba en su cuerpo. Maravillado por haber sobrevivido y regresado para verla de nuevo, se quedó contemplándola un segundo. Agacho su cabeza y soplo un ligero beso en su entrepierna, no era experto en sexo y no se sentía muy seguro de practicar el sexo oral ahora, así que, se arrodillo en la cama y se quitó su bóxer.
Estaba temblando cuando se acostó, procurando no aplastarla con el peso de su cuerpo, sobre ella. La beso en los labios, mientras con su mano, guiaba a su miembro a la entrada de su paraíso húmedo y caliente. Una vez que estuvo completamente dentro de ella Nick se detuvo y se tomó unos segundos para disfrutar de aquello, hacer el amor, con el amor de tu vida.
-Te amo. – Nick tomo su boca en beso suave mientras comenzaba a moverse lentamente en su interior, no tenía prisas, la gratificación física no le importaba. Siguió con sus movimientos lentos mientras sus labios se dirigieron a sus ojos mejillas y cuello, besando toda la piel que podía.
A él le pareció que pasaron horas cuando comenzó a sentir como se contraía Miley a su alrededor. Acelero un poco, mientras salía casi hasta quedar fuera y luego entraba de nuevo con fuerza y profundamente. Los gemidos y jadeos llenaban la habitación. En una parte de la mente de Nick pensó que su madre estaba en casa y que al escuchar ruidos podría asomarse a su habitación. El pensamiento fue rápidamente olvidado cuando el grito de su novia le indico que había llegado a la cima. Con una par de embestidas profundas se derramo en su interior.
-Yo… yo también te amo. – Su respiración, era rápida e irregular. Su cuerpo estaba sudoroso y se sentía como si hubiese corrido un maratón. Cuando miro los posos marrones brillando, que eran sus ojos, todo ello quedo en el olvido. Era hermosa como no se igualaba y Nick la amaba tanto, que a veces lo sentía como una parte más de su cuerpo.
Sintió la fuerza de su cuerpo renovar, y comenzó a moverse de nuevo dentro de ella. Se movía con más facilidad, ahora que se había corrido en su interior. Las manos de Miley se enterraron en sus hombros y comenzó a moverse con él.
Luego de lo que pareció otra eternidad, cansado y goteando sudor por su cuerpo, dio una embestida profunda, para acabar juntos. Tomo un respiro profundo y se giró dejándose caer de espaldas en la cama y llevándosela a ella en sus brazos.
-¡Dios! Siento como si hubiese hecho mil sentadillas y pesas, y todo el ejercicio del mundo. -Miley soltó una ligera risita.
- Sí, esto es el mejor ejercicio del mundo. – Nick la miro levantando una ceja interrogativamente. – Lo dicen los científicos. – Ambos rieron, sintiéndose plenos y felices. Él estiro las manos y como pudo los arropo con una manta. Nick bostezo, después de aquello y las noches sin dormir, moría de sueño. Enrosco bien sus brazos alrededor de ella y la apretó un poco. Sintiéndose seguro y tranquilo con ella allí, cerró los ojos y durmió profundamente.
-Dulces sueños, bebé. - Miley se estiro un poco y beso su mentón. Luego, acomodándose abrazada a él, cerro sus ojos y lo acompaño en su dormir.
Estar lejos había sido muy difícil, pero el regreso resulto ser el inicio de algo único y perfecto. Ahora sabían, que no importaba que, estarían juntos siempre.